Valentía podría ser la palabra que resuma la condición de Javier Botella como front-man, crooner, o simplemente cantante e interprete sin concesiones, traductor de un idioma-el de temas que han marcado una época – siempre muy bien arropado y con una trasparencia, que sobre el escenario hace que el público se relaje y disfrute del espectáculo.
En esta ocasión se unió a una AP Big Band no escasa de ferocidad, con nueve de sus miembros, Luis soler – trompeta, Alejandro mateos– piano, Marco Niemietz– contrabajo, Aaron Pozón –Saxo, Raúl Gil-trompeta, Tony Molina-trombón, Roberto Nieva-Saxo, Víctor Bruna-Saxo y Diego Hernando-Batería.
Frescura, juventud, innovación y un proyecto el de esta Big Band que lo mismo se atreve con un revival setentero que con versiones de Radiohead.
Aarón Pozón a la coordinación musical, músicos forjados en el asfalto de la ciudad, asiduos de las numerosas Jams sesión que inundan la capital y sobretodo gente con ganas de levantar la voz para decir –Ojo que aquí tenemos nivelaco-.
Un homenaje a esa elegancia musical y postural que pusieron en el firmamento gente como Sinatra, Cole, Martin, Bennet, auténticos gentleman que se movían en clubs de alto caché, humo en el ambiente, licores que chocaban dentro de vasos que se llenaban y vaciaban al ritmo de swing y canalleo.
Una colaboración la de Penélope Socola muy emotiva fue la sorpresa de la noche, una celebración para los verdaderos gourmets y melómanos que disfrutan recordando esos impactos musicales que ya forman parte de la historia y de muchas historias humanas.
Un bravo para Javier, un bravo para la AP Big Band y otro para los clubs que apuestan por acercarnos este caviar asequible para todos los bolsillos.
Texto: David Prida (Django Desencadenado)
Fotos: David Prida (Django Desencadenado)