Julieta 21. El Sol

 

En un trampolín, el saltador siempre piensa en el antes y el después, pero no piensa nada en el momento en que está cayendo en un vacío absoluto, sin más colchón que el del agua de la piscina; cuando termina ese recorrido y se produce el impacto, es clave caer bien, porque si no las heridas pueden ser mortales.

José Pérez es Julieta 21, y el pasado jueves se convirtió en un saltador de trampolín que además cantó y tocó la guitarra acompañado de su banda: Daniel Blesa, Rubén Tajuelo y Ricardo Esteban.

Al principio del concierto salió con energía, pensado -Que gran noche, toda esta gente ha venido a vernos para escuchar nuestro trabajo-, y a medida que pisaba el trampolín para llegar al extremo que le haría propulsarse en una caída de final desconocido, su mente iba perdiendo la noción del tiempo.

La salida al escenario de un gigante como es Shuarma de Elefantes y cantar juntos “Bienvenidos Muertos” fue el momento exacto en el que el cuerpo de José dio un impulso, dos impulsos y una pirueta de contorsionista para quedarse desnudo en el vacío con un trayecto que a simple vista es corto pero a él seguro se le hizo muy largo.

A la memoria le vendría ese “Ella” de su álbum EQUILIBRIO Del año 2013 donde comenzó a formarse lo que ahora ya no puede llamarse un producto novel y emergente. Y como miraban sus ojos a la velocidad en la que caía hacia el agua AZUL MARINA y pensaba como fueron “Los otoños por tu lado” y “Hacer por no pensar”(Junto a Antonio Fuentes) a la vez que “Impulsivos” miraban de reojo para ver “Fuego Desde el suelo” mientras los altavoces gritaban una ALERTA DOBLE ESTEREO.”Vamos a ver”, “Me están Buscando” -se preguntaría- mientras el aire soplaba en sus orejas, -quizá esta postura tan “Antiestática” y “En Silencio” me haga llegar a un “Mundo Estéreo” fruto de una “Fuerza Natural”-, pero su cabeza le decía -imposible “Déjalo Escapar”.

La luz se evaporó en varios momentos de esa pirueta, que para el saltador fue maestra desde el principio, la electricidad iba y venía y lo que duró cuestión de segundos, en el concierto resumido en una movimiento simple y sin envolturas, realmente duró una hora y media donde guitarra en mano y apunto de impactar contra el agua densa y transparente hubo una gran “Revelación”.

El alma del saltador estaba en su final de trayecto, el impacto fue recto, en ángulo perfecto, solo percibido por aquellos que le miraban desde el fondo de la piscina con gafas de bucear y tubos con respiración artificial. La superficie ni se inmutó, solo pudo ser testigo de una gran voluntad y energía, respeto por el público y un gran carisma.

Texto: David Prida (Django Desencadenado)

Fotos: David Prida (Django Desencadenado)

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