Es toda una contradicción que una sala llena de gente pueda transmitir una sensación de frialdad y pasotismo ante la inminente llegada de un artista y su banda, el escenario con una composición que auguraba un conciertazo y la presentación de un muy buen álbum tenía todas las papeletas para bordar un traje a medida del oyente, Nat Simons como protagonista absoluta de la noche, “Lights” su nuevo disco grabado al otro lado del charco, cuidado al máximo detalle, mimado y rematado con una pericia digna del escultor que pule el metal oxidado para crear una obra irrepetible e inigualable. Pura tripa en manos de una artista en ascenso y plenitud.
La compañía de Nat no podía ser mejor, Daniel Álvarez al mando del poderoso sonido Telecaster, Alex Riquelme a las baquetas, Chema Moreno al bajo, siempre sólido y efectivo, Edu Herrera a las teclas, Elena Poza a los coros y acompañamientos y el gran Diego Serrano a la Gretch, Lap Steel, banjo y ruiditos varios. Una salida llena de nervios con un murmullo constante en la trasera hizo que el concierto tardara unos cuantos temas en engrasar los patines, la falta de rodaje de la banda en conjunto se notó en algunos picos de bajada, sobre todo en los medios tiempos, arreglando con mucha solvencia las subidas, un acierto la presencia de Diego para dar el toque ahumado tan necesario en esa creación de ambiente made in mazorca de maíz, de él y de Dani fueron muchos de los momentos del show. Nat dio la sensación de estar en una nube, como si no diera crédito de estar ante una sala llena y cuando hablaba casi le costaba articular palabra, el creador superado por la emoción, protegido del fuego por una capa de hielo necesaria de picahielos mojado en veneno anticongelante.
“People”, “Happines”, “Endless Sumer road”, “Desire” y “You just cant imagine” y “Aint no Blues” fueron parte de un set list que no llegó a los noventa minutos y escondía una sorpresa llamada “Piedras y flores” del maestro Quique González.
Hay una materia prima excelente, hay un disco magnifico, luminoso y melancólico a partes iguales, pero ese disco necesita un directo con garra, potencia, nervio e intensidad, se merece un rodaje muy grande, que esta banda toque hasta que les sangren las manos para eliminar esa sensación de blandiblu y olor a vainilla que ni Nat presenta en el ADN ni los músicos llevan en su seña de identidad. Nos preguntamos -¿Qué fue antes el huevo o la gallina?-, encantados con la actitud de la banda, enfadados con el foro y deseosos de ver el próximo concierto para ver si la gira está siendo capaz de llenar sus manos de adamianto indestructible y altamente afilado que nos pueda hipnotizar y enamorar igual que nos ha enamorado “LIGHTS”.
Texto: David Prida (Django Desencadenado)
Fotos: David Prida (Django Desencadenado)